«¿Saben hijos cual es el remedio de todos, o al menos de muchos de nuestros males? El despojo de nuestro yo, de nuestro terrible egoísmo, de ese vernos a nosotros mismos, en lugar de ver a Jesús, de contemplarnos a través de él, de encontrarlo a él en los acontecimientos, sobre todo cuando son penosos, dolorosos, a nuestra naturaleza».
Carta colectiva de marzo 7 de 1960, f. 3399