«Tratemos de amar verdaderamente a Nuestro Señor Jesucristo, hasta el sacrificio, hasta dar la vida como él la dio por nosotros. Pensemos, especialmente en este tiempo, en ese corazón divino traspasado por tantos dolores y amarguras, y entonces nuestras pobres penitas se disminuirán hasta desaparecer en ese mar de penas y de amor».
Carta colectiva del 5 de abril de 1965.