«Porque el alma que se sabe dar, aunque sufra, goza de sufrir, pues sabe que sus sufrimientos son el precio de la salvación de muchas almas, unidos a los méritos infinitos de Jesús y su Madre santísima».
Carta colectiva de abril de 1969.
«Porque el alma que se sabe dar, aunque sufra, goza de sufrir, pues sabe que sus sufrimientos son el precio de la salvación de muchas almas, unidos a los méritos infinitos de Jesús y su Madre santísima».
Carta colectiva de abril de 1969.
««María ha escogido la mejor parte». La parte de los ángeles, la de los bienaventurados: estar siempre viendo a Dios fuente de toda dicha, el gozo pleno de la bienaventuranza».
María ha escogido la mejor parte.
«Siempre encontramos el gozo de vivir ese misterio de amor, el misterio del paso de la muerte a la vida, del dolor al gozo».
Carta a un seminarista sin fecha.
«¿Cómo probarle a Jesús mi amor? Mi corazón está tan acostumbrado a sufrir hasta morir que no puede ahora aclimatarse ahora a esta falta de sufrimiento intenso; sin embargo ¡lo agradezco infinitamente! ¡Y gozo de tan dulcísima paz! ¡Cuán bueno es!»
Cinco Esquelitas.
«No todo es gozar. Se sufre también. Mientras estemos en este valle de lágrimas, no podemos menos que sufrir; pero se ama el sufrimiento, cuando se sabe que con él compramos almas y nos asemejamos a Aquel que sufrió y se entregó por nosotros. De esta manera se goza en medio del sufrimiento, y se canta en medio de las lágrimas que algunas veces quieren asomar a sus ojos».
Escrito de 1955.
«Cuando Nuestro Señor me hace sentir, por así decir, en todas mis potencias y sentidos, en mi corazón y mi alma, la intensidad de mi miseria, es cuando más gozo; pues poniéndolas de parangón con sus infinitas perfecciones, hallo que soy atraída hacia Él, precisamente por el contraste, porque su Misericordia encuentra pábulo más que suficiente al fijarse en mí».
Ejercicios Espirituales de 1943.
«Jesús Sacramentado: nuestro Amor y nuestro gozo».
Carta colectiva.
«Ojalá que siempre demos acogida cordial a la cruz, que llama a nuestras puertas».
Carta colectiva de mayo de 1965.
«Recordaré siempre ante el Sagrario, para explayar mi alma en el alma de Jesús, aquellos gritos de fe, que Jesús recogió durante su vida, y que tanto lo llenaron de gozo; los que pagó, por así decir, con estupendos milagros».
A mis queridas compañeras de la Acción Católica.
«El goce del alma que se entrega a Dios, que le ofrenda en aras de su amor su virginidad integral, exhalando su perfume en el huerto cerrado del Esposo de las vírgenes, no tiene límites, porque tampoco tiene límites su sacrificio, el cual se renueva cada día, en la alegría de su corazón».
Escritos, Doc. 496, f. 1385.