«Escuchar, comprender, orientar, corregir, amar, según el corazón de Dios».
Carta circular de diciembre de 1975.
«Es verdad que toda superiora tiene que actuar en sencillez, espíritu de servicio, comprensión y amor hacia sus súbditas; pero tengan en cuenta, hijas que este espíritu de servicio no es ni mucho menos, únicamente el lavar loza, hacer la comida o barrer, etc., es servicio a sus hermanas. Para una superiora escuchar a alguna cuando la necesita, pero si les suplico, por amor de Dios, que no duren con las pobres superioras horas enteras, nada más para desahogarse y repetir las mismas cosas, sean mas concretas, al pan, pan y al vino, vino. Sin enredos ni muchas historias tan mujeriles.»
Carta circular de enero de 1970.
«No andemos disipados entre el día, no hablemos aquí y allá sin ton ni son, que la alegría, sí, irradie en nuestros semblantes, esa alegría que dimana de la unión con Dios, del esfuerzo personal por ser mejores, de la atención a la voz de Dios, que continuamente nos habla en el interior para pedirnos: esta privación, el callar esta palabra, el hablar aquella otra, el disculpar, el no escuchar la menor palabrita contra la caridad, el ser siempre almas pacíficas, el no pensar en nosotros mismos…»
Carta colectiva del 7 de mayo de 1953.
«A todos les recomiendo que, cuando haya algo que hacer, entre sí se ayuden, como es costumbre, yendo cada uno a la reunión, no con el propósito de prevalecer en su opinión, sino más bien con el propósito de escuchar y, luego de vistas las opiniones, tomar la que más convenga, aunque se tenga que dejar la propia opinión. ¡Es tan hermoso saber ceder!»
Carta colectiva del 25 de septiembre de 1976.
«Los votos, para el consagrado, son objeto especial de sus estudios; a ellos se comprometió libremente, cuando escucharon sus oídos el dulce ‘Veni’ de Jesús; sí, comprometiéndose libremente a vivir clavado con él, mediante sus tres votos, y no piensa desclavarse. Estando con él es dulce su martirio.»
Carta colectiva del 4 de junio 1965.
«Todo formando se aplica mucho a sus estudios; es su deber estudiar sin perder un minuto de tiempo. Se dedica a su hora de recreo a… jugar; es su deber jugar. Se aplica a todas y cada una de sus obligaciones manuales, porque ahí lo espera Dios… pero se aplica sobre todo a conocer la voluntad de Dios, a cada momento, para practicarla con alegría.»
Cartas.