«Si por permisión tuya, Dios mío, me veo siempre cargado con los trabajos más pesados; si a cada cosa que digo percibo una sonrisa burlesca; si todos me mortifican y contradicen… etc., entonces Jesús mío, aunque mi corazón sangre, si mis labios no se abren para quejarse, y lo acepto y lo perdono todo por tu amor, entonces Jesús, puedo estar, no solamente seguro de que tú perdonarás mis propias faltas, sino también de que seguirás fortaleciendo mi alma, para seguir de victoria en victoria, hasta que, con la ayuda de tu gracia, llegue a la cumbre de la perfección evangélica».
Estudios y meditaciones.