«La Virgen inmaculada, que está en expectación pues la llegada de su divino Hijo ya se acerca, nos enseña a todos, comenzando por mí, a saber guardar los secretos de Dios, a vivir a solas con él aun cuando estemos rodeados de gente, para escuchar, como les digo, su voz».
Carta colectiva de diciembre de 1978.