«Resucitó glorioso, para nunca más morir, y fue al cielo… a prepararnos un lugar. Que nos hagamos dignos de él y un día no muy lejano podamos desfrutarlo, juntamente con las almas que le hallamos salvado por nuestros dolores, sufrimientos, pequeños y grandes sacrificios y por nuestra oración confiada».
Carta colectiva sin fecha.