«Si alguna vez acontece al misionero tener tristeza por algún incidente penoso, procura alejar de sí cuanto antes, este horrible mal, que acaba muchas veces con las más santas vocaciones… ofrece a Dios Nuestro Señor el motivo de tu tristeza, y, para arrancarlo de raíz, dale gracias por ello, pues debes saber, por el espíritu de fe, que así te lo dice, que todo lo que te sucede es permitido por Dios o enviado directamente por Él, y así procurarás adherirte incondicionalmente a todos sus adorables quereres».
Lira del Corazón, Primera parte, Capítulo XII.