«Sentía como una voz, superior y divina que me alentaba a proseguir, en medio de las luchas que tenía que sostener en mi alma, pues al lanzarme a una obra tan grande, tan superior a mis fuerzas, sentía como el vértigo de lo imposible. Más vigorizaba mi espíritu y me alentaba, un sentimiento de inmensa confianza en Dios Nuestro Señor, en la seguridad de qué, si él me había inspirado la obra, como todos me decían, nada le costaba hacer en pro de ella, los más estupendos milagros».
Diario enero-mayo 1944.