«Una confianza ilimitada en Dios, en Jesús, ya que nosotros somos pequeñitos y débiles, miserables y poca cosa. Pero Él, es el infinito, el Sabio por excelencia, el Padre, Esposo de nuestras almas, y que, como nos ama, está dispuesto a darnos cuanto le pidamos, sobre todo lo que mira a los bienes espirituales».
Carta a las Misioneras Clarisas de Indonesia, el 21 de mayo de 1960 desde Los Ángeles, California.