«In illo témpore, allá en las riberas del mar de Tiberiades, resonó, por vez primera, majestuosa, dulce, plena de unción, saliendo de los labios del divino Maestro, la palabra que rehabilitaría el discípulo perjuro, al confesar, en una triple protesta de amor, sus tres negaciones, que no dejará de llorar amargamente todos los días de su vida».
Hija, ¿Me amas? Apacienta mis corderos.