«Si Jesús de Nazaret, vivía íntimamente unido a su Padre celestial, no sólo como Dios, sino también como hombre, ¡cómo debo trabajar porque mi unión con él sea tan estrecha, que no pueda pensar, desear, querer, obrar sino en él y por él?; que no tenga otras miras en mis intenciones que el acrecentamiento de su gloria y la salvación de las almas, pero en la amorosa intimidad de María».
Ejercicios Espirituales de 1941.