«He pensado además, que quizá quiera Nuestro Señor, ya que yo soy tepiqueña, que la primera casa misional que se funde sea con los Coras, habiendo, como hay ahora misioneras en la sierra, bajo cuyo cuidado podríamos estar sin temor. Así las religiosas se encargarían de las niñas, de visitar los hogares, de recetar y curar los enfermos; siendo, me parece una poderosa ayuda para los ministros del Señor».
A Mons. A. Hurtado, Ob. De Tepic. 6 de junio, 1944.