«Las almas nobles, las almas bien nacidas, jamás conservan rencor por nada, aun cuando hubieren recibido la más grande injuria. Solo las almas rastreras conocen prácticamente esos bajos sentimientos, ¿cuáles son?: el no hablarse, por tener algo que sentir; el contestar con brusquedad alguien que no simpatiza, el hacerle sentir su enojo por cosillas que, una alma que aspira a la perfección jamás profiere con esos labios que se tienen con la sangre del Cordero, palabras mordaces, hirientes, despreciativas».
Carta colectiva desde Nakakarisawa, Japón, el 14 de mayo de 1957.