«¿Y quién puede resistir entonces a sus dulces caricias, a su beso de perdón y de paz? ¿Quién puede describir lo que pasa entre un Dios que ama y perdona y un hijo que ama también, y se arrepiente, y se siente comprendido, amado, tiernamente amado por un padre a quien le ha costado el precio infinito de su sangre? ¿Quién puede relatar con palabras humanas lo que se pasa entonces entre el alma y su Dios? ¿Las caricias que recibe y las que ella prodiga?»
Ejercicios Espirituales de 1941.