«El Hijo es la verdad, el Verbo encarnado, luz de luz, Sabiduría divina, que alumbra con su esplendor el camino: «El que me sigue no anda en tinieblas»».
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
«El Hijo es la verdad, el Verbo encarnado, luz de luz, Sabiduría divina, que alumbra con su esplendor el camino: «El que me sigue no anda en tinieblas»».
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
«Al criarme él con su sabiduría infinita, lo hizo a su imagen y semejanza, quiso que me pareciese a él, tanto como es posible a una pobre criatura».
Ejercicios Espirituales.
“Si Jesús iba creciendo en sabiduría, edad y gracias delante de Dios y de los hombres, como nos dice el Santo Evangelio… ¡Cómo debería yo crecer, progresar de virtud en virtud para parecerme a mi Divino Modelo!
Ejercicios Espirituales de 1941.
“Que sabrosa y dulce me sabe la humillación de sentirme criatura, nada, miseria, polvo, ceniza, EL NO SER; y gloriarme EN EL QUE ES, en la fuente de toda Sabiduría, de toda santidad, de toda pureza, en ese mar sin fondo de misericordia, de amor, de bondad, de ternura”.
Ejercicios Espirituales de 1943.
«Escuchando la palabra divina, penetrándose de ella, gustándola, rumiándola por el don de Sabiduría, viene el alma a despojarse del hombre viejo y a revestirse del nuevo, a hacer suyos los conceptos del Maestro, a apropiarse su lenguaje, sus sentimientos, sus modales. Llega a poder decir como san Pablo: «No soy yo quien vivo; es Cristo quien vive en mí».»
Estudios y meditaciones, f. 706.
«¡Porque he confiado en tu poder, Sabiduría Encarnada! se lanza mi ignorancia a la conquista de las almas, empuñando, más que las armas del saber humano, las de la oración y el sacrificio».
Lira del Corazón, p. 201.
«Infancia espiritual, vida de Nazareth, sabiduría del pobre, entrega amorosa en manos de Dios nacida de esa íntima confianza en él, llena de esperanza y amor, porque él es amor, y porque sabemos en quien nos confiamos, dando así Gloria al Señor».
Consejos y reflexiones.
«Desde muy recién mi conversión, en un pequeñito libro, pero lleno de sabiduría que cayó en mis manos, «El abandono de sí mismo en la Providencia divina» aprendió mi alma, con la ayuda divina, a abandonarse totalmente y sin reservas a su divino amor, a recibir y aceptar todo lo que viniera, no sólo sin quejas, sino con positivo amor, con alegría llena de paz».
Notas Intimas sin fecha, f. 915