«Tenemos que intensificar mucho nuestro amor y devoción a tan Augusto Sacramento. No creamos que el tiempo que estemos allí en adoración rogando por tantas necesidades y también adorando al Señor, es tiempo perdido; al contrario ahí se alcanzará el fruto de la misión».
Carta a un grupo de religiosas en abril 15 de 1971.
«Él nos conceda ser realmente muy, pero mucho «eucarísticos», para que lo consolemos de tanto desamor, de tanta ingratitud, de tantas amarguras que los mortales le hacemos gustar, como en el Calvario… Somos de Él, nos sigue llamando y continuará queriendo colmarnos de su gracia».
Carta colectiva desde Roma en abril 23 de 1971. Día de Corpus Christi.
«Del deseo de comprar muchas almas para Dios, me vino el anhelo de consagrarme a las misiones entre infieles, dando a éstos, en las mismas prácticas de devoción y horas de oración que aquí tenemos lo que mi alma les puede dar; y, en las horas libres del día, un apostolado laborioso, sin escatimar, penas, privaciones, incomodidades ni trabajos; en esto les daré mi corazón».
Ejercicios Espirituales de 1944, f. 873.
«Jesús por tu amor, no dejaré pasar la menor ocasión de mostrarte mi amor. Así lo propongo yo, tu dame Señor tu gracia».
Ejercicios Espirituales de 1933, f. 769.
«Un instante bastó a la gracia eficaz que María de Guadalupe supo alcanzar de mi Dios y Señor, para que, de terrena, de dada a las criaturas, de vanidosa, de indevota, no anhelara otra cosa mi corazón que pertenecer a Dios por entero, con esa plenitud de posesión que no le niega nada, ni piensa en nadie que no sea él, que a él solo quiere agradar, que por él solo se quiere sacrificar, y que, en el agradecimiento inmenso de su corazón, quisiera atraer todos los corazones para que gozaran de la misma dicha en el abrazo de su Dios».
Experiencias Espirituales, f. 505.
«Llegarse todos los días hasta el altar de Dios, del Dios que llena de alegría su juventud, la juventud perenne del alma que no envejece, desterrando la tristeza que quiere invadirla al ver que aún algunas almas se hacen sordas a los silbidos del Buen Pastor».
Estudios y meditaciones.
Un pensamiento de la Beata Madre María Inés Teresa 