«¡Qué armonía de corazones! así debe estar mi corazón en perfecta armonía con todos mis hermanos, siendo a ejemplo de santa Teresita, más solícito con aquello que me fueran menos simpáticos o me hicieren sufrir».
Ejercicios Espirituales de 1941.
«¡Qué armonía de corazones! así debe estar mi corazón en perfecta armonía con todos mis hermanos, siendo a ejemplo de santa Teresita, más solícito con aquello que me fueran menos simpáticos o me hicieren sufrir».
Ejercicios Espirituales de 1941.
«Si quieres vivir siempre en armonía y paz, como debe ser en un hogar bien integrado, tienes que empezar tú mismo por ser muy comprensivo con tu esposa, saber disimular pequeños defectos, pues tu los tienes también, saber y querer darle gusto en aquellas cosas que veas o adivines que a ella le gustan».
Carta a uno de sus sobrinos, Marzo 21 de 1970.
«Me alegra muchísimo saber la armonía en que trabajan, la unión de corazones en que viven, y como se van turnando para los propios quehaceres. No olvidemos hijos que la unión hace la fuerza, y que de esa unión, de ese amor a nuestro Señor en que realice cada una sus ocupaciones, va a depender en logro de muchas y buenas vocaciones».
Carta a unas hermanas, Roma, 25 de febrero de 1974.
“No despreciemos, tengamos misericordia; pero hijos, por lo que más amen en el mundo, más aún por su Dios, NO JUZGUEN A SUS MAYORES ni siquiera de pensamiento; ¡le hiere tanto a Él, y mancharán tanto su alma!”.
Carta colectiva de mayo 6 de 1958.
«Me dice alguien: «Tenía apego a mi oficina». ¡Es tan propio del corazón humano apegarse! ¡A las veces parece de chicle! Por eso nuestro Señor nos proporciona los cambios, nos hacen muy bien por muchos conceptos; uno de ellos es para poder desarrollar en otro campo algún otro apostolado, al que quizá yo no creía tener habilidad. Y cuando me encuentro en él, qué agradable sorpresa es la mía, cuando compruebo que pude y bien».
Carta colectiva del 9 de mayo de 1964.
«Que esta alegría proceda siempre del interior, de la unión con Dios, de la entrega sin reservas, del «SÍ» decidido que le demos a todas sus divinas voluntades; que no desaparezca jamás el precioso don, concedido por el Señor, de la correspondencia y generosidad mutuas, de ese ayudarse recíprocamente, no permitiendo que el egoísmo aparezca, ya que, si éste llegara a existir, arruinaría la armonía, la paz, la unión, secando en su base, la fuente de la alegría».}
Carta colectiva del 27 de enero de 1973.
«Toda obra de Dios cuesta sacrificio, no nos imaginemos que es poesía lo que simplemente es prosa… pero si sabemos rimar esa prosa con la armonía dulcísima de nuestro amor a Dios, de nuestro anhelo de salvar almas para el cielo, encontraremos una santisfacción tan honda y tan pura, y tan desinteresada, que hará la alegría perenne de nuestra vida en el tiempo y en la eternidad».
Carta a las Misioneras Clarisas de Indonesia el 3 de marzo de 1962.