Agradar al amado…

«El alma amante, el alma enamorada de Dios, no piensa en otra cosa, sino en agradar a su amado, precisamente lo que él quiere, en lo que él ha mandado, y es entonces cuando el espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque es él todo mentira y engaño, se posesiona del alma y la hace comprender con divina luz las verdades reveladas y, llevándola por la fe a todos los misterios, se los hace gustar de una manera celestial, que en ocasiones como que dejan de ser misterios para el alma que los gusta, por las divinas emanaciones que de ellos se exhalan y saturan a esa alma por completo».

Meditaciones.

El misterio del amor de Dios…

«¡Qué dulces misterios! ¡Qué misterios tan llenos de amor! Sólo confusos para los que obstinadamente los quieren negar; más para los sencillos, para los rectos de corazón, aun en las tinieblas de la fe, son más claros y resplandecientes que la luz meridiana. No hay más misterio en esto, según yo, misterio del amor. ‘Amó tanto Dios al mundo que no paro hasta darle a su propio Hijo'».

Sobre los Santos Evangelios.

¿Me amas?…

«Al atraerme a sí Jesús, por esa su misericordia infinita, despegándome en un instante de todas las cosas del mundo, haciéndome sentir hastío inmenso por todo lo que antes me había agradado, para que sólo fijará mi corazón en él y en sus intereses; me dijo quedo, muy quedito, como susurro de Paloma: ‘¿Hija me amas?'».

Hija, ¿me amas? Apacienta mis corderos.

Misterio de amor…

«No hay misterio en esto, según yo misterio de amor. ‘Amó tanto Dios al mundo que no paró hasta darle a su propio Hijo'».

Sobre los Santos Evangelios.

Amor entrañable a Jesús…

«No tema madre mía exigir de mí los mayores sacrificios ¡se lo agradecería tanto! ¿Cómo probarle a Jesús mi amor?»

Cinco esquelitas.

EL amor infinito de Dios…

«¡Cómo me conmueve el amor infinito de mi Dios! ¡Qué afán en querer asimilarse a sus criaturas! En ser una sola cosa con ellas, conmigo. Si así es por la fe, por la gracia, por ese creer en su palabra divina».

Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos.

Juglares del amor de Dios…

«Mi alma fue criada para amar, para amar a su Dios con pasión y con él amar a las hijas que me ha dado, formarlas, enseñarlas a recorrer la senda austera del sacrificio, pero a semejanza de san Francisco, entonando alegres cantares a su Dios, siendo juglares del divino Amor«.

Este día fueron las elecciones.

La intercesión de los santos…

«Me parece que santa Clara y san Francisco… pondrán en mi pobre corazón el amor que ellos tuvieron en la tierra a su Dios y que le tienen ahora en el cielo; porque quiero amarlo más que ellos lo amaron».

Cinco Esquelitas.

Hermanos en Cristo…

«¡Cómo me conmueve el amor infinito de mi Dios! ¡Qué afán en querer asimilarse a sus criaturas! En ser una sola cosa con ellas, conmigo. Sí, así es por la fe, por la gracia, por ese creer en su palabra divina. La misma sabia corre por las venas de Jesús y por las mías, somos hermanos. El padre Celestial, el divino Padre, con amor paternal riega, poda, cuida la vid que él ha plantado con tanto esmero, porque él mismo quiere que seamos una sola cosa con su Hijo muy amado».

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos.

Amar a Jesús como Pedro…

«¿Me amas, Pedro?… Y él, humillado ya, con el recuerdo de su negación, pero seguro no obstante, del amor acendrado que tenía a Jesús, no osa confesarlo paladinamente, sino que lo remite todo a aquel que penetra los corazones y le contesta: ‘Sí Señor, tú sabes que te amo…’ Y el Maestro: ‘Apacienta mis corderos'».

Hija, ¿me amas? Apacienta mis corderos.