«¡Cuán dulce y suave es nuestro Dios! ¡Cuán amante y cuán digno de ser amado! Nos pide nuestro amor y se lo vamos a dar manifestado en esa aceptación amorosa y constante a todos sus quereres…»
Carta colectiva del 18 de enero de 1958.
««Y les estaba sujeto», nos dice el Sto. Evangelio; sí, el omnipotente, el Creador, el todopoderoso, vivía sujeto a sus criaturas clamando así, alto muy alto: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Este es el grito silencioso, que lanza Jesús Maestro, en todas sus acciones».
Estudios y Meditaciones, f. 609-610.