«Ni por un momento quiero pensar en que Dios nuestro Señor no escuchará ruegos. ¡Es imposible! Él tiene comprometida su palabra y por las noches en que me quedo a tratarle mis problemas y mis dificultades, mis esperanzas y mis angustias y con la mayor fe de que soy capaz, le voy pasando una a una las palabras suyas que nos dejó en su santo evangelio y le digo que urge la cantidad de dinero que le pido, y le hago ver la necesidad de la casa y terreno, etc. etc.»
Escritos.