«Tampoco olvidemos el apostolado del sacrificio sencillo de la escoba y el trapeador, de la cocina y la lavandería, de la huerta y de la granja, todo esto realizado con grande amor».
Consejos.
«Tampoco olvidemos el apostolado del sacrificio sencillo de la escoba y el trapeador, de la cocina y la lavandería, de la huerta y de la granja, todo esto realizado con grande amor».
Consejos.
«¡Cómo se gozaría tu corazón de Padre al ver que tienes nuevos hijos que te amen!»
Lira del Corazón.
«Se debe abonar a la contemplación, la vida de apostolado».
Carta colectiva del 20 de octubre de 1958.
“Continúen luchando sin descanso, ahora en la quietud de la oración, ahora en el apostolado”.
Carta colectiva de noviembre 6 de 1980.
“Amar el apostolado, la salvación de las almas, solo es posible cuando no falta diariamente el trato personal con el Señor”.
Carta a las Misioneras Clarisas de Japón en julio de 1977.
«La base del apostolado de todo misionero es la oración y el sacrificio oculto; a esto debe subordinar toda su actividad, aunque sea muy grande».
Carta de diciembre de 1959.
«No olvidemos jamás hijos, que, si dejamos de ser almas de oración, si no vivimos continuamente unidos a Dios, todo lo más que nos sea posible, nuestras misiones, nuestros apostolados, nuestro trato con los demás, no fructificará verdaderamente; todo será como campana que retiñe. ¿Verdad que todos vamos a querer ser almas de oración?»
Carta incompleta y sin fecha.
«Cómo quisiera que llegáramos a ser por el apostolado, la palabra y los pies de Jesús a ejemplo de san Pablo, tan gran Apóstol, y ese su corazón encendido en fuego divino.»
Crónica de una visita a la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma en 1958.
«Amar el apostolado, la salvación de las almas, solo es posible cuando no falta diariamente el trato personal con el Señor. Nos escogió para estar con Él y para anunciarle por todas partes».
Carta a las Misioneras Clarisas de Japón en julio de 1977.
«Mirar al Corazón de Jesús; clavar mis ojos enamorados en la blanca Hostia de nuestra Custodia, derramar allí mi corazón por entero, que desborda en ilimitada confianza, contarle muy por menudo todas mis audacias, los audaces planes de apostolado que bullen dentro de mi para su gloria».
Diario, mayo 5 de 1944.