“Dichosos nosotros si encontrándonos pecadores, que hemos fallado, sabemos arrepentirnos con verdadero dolor, y nos arrojamos, confusos sí, pero llenos de esperanza y arrepentimiento en los brazos de Jesús, que es todo misericordia y allí lloramos nuestros errores, le pedimos perdón, lo desagraviamos y empezamos con su gracia una vida nueva de fervor, de entrega, de amor, viendo en cada una de las virtudes que posee para no solamente estimarlas, sino diré, sobreestimarlas, puesto que, a pesar de sus defectos que puedan tener, son hijas de Dios”.
Colectiva de octubre 4 de 1969 desde Madrid.