«Al crear al hombre la Beatísima Trinidad, con toda esa perfección estética y moral; al grabar en el alma humana que le daba, su divina semejanza, enriqueciéndola con todas las perfecciones con que ella misma está adornada, en cuanto es posible a una criatura, poniendo en su cuerpo la más exquisita belleza, con los más delicados rasgos en su maravillosa estructura, la Santísima Trinidad contemplaba al Hombre–Dios, que más tarde debería aparecer sobre la tierra, desplazándose con la naturaleza humana, elevando a esta a su divinidad, mediante la unión hipostática».
En el principio.