Cristo, el Hombre-Dios

«Al crear al hombre la Beatísima Trinidad, con toda esa perfección estética y moral; al grabar en el alma humana que le daba, su divina semejanza, enriqueciéndola con todas las perfecciones con que ella misma está adornada, en cuanto es posible a una criatura, poniendo en su cuerpo la más exquisita belleza, con los más delicados rasgos en su maravillosa estructura, la Santísima Trinidad contemplaba al Hombre–Dios, que más tarde debería aparecer sobre la tierra, desplazándose con la naturaleza humana, elevando a esta a su divinidad, mediante la unión hipostática».

En el principio.

Una sola cosa con Jesús…

«Sentirme una sola cosa con Jesús… Muchas veces he experimentado estos efectos. Son tan dulces, tan suaves y a la vez tan fuertes, que el alma no quisiera salir de su arrobamiento y no ocuparse en las cosas materiales. Quisiera vivir solo de él y para él, como magdalena, a sus plantas, escuchando las divinas palabras que salen de su boca, pendiente de esos labios que sólo tienen palabras de vida eterna».

Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos.

La parábola del buen pastor…

«Sirvió de tema la parábola del buen pastor. Es hermosísima. Cuántas aplicaciones encuentro… este divino Pastor debe ser nuestro perenne modelo».

Ejercicios Espirituales de 1950.

La unión con Jesús…

«Si Jesús de Nazaret, vivía íntimamente unido a su Padre celestial, no sólo como Dios, sino también como hombre, ¡cómo debo trabajar porque mi unión con él sea tan estrecha, que no pueda pensar, desear, querer, obrar sino en él y por él?; que no tenga otras miras en mis intenciones que el acrecentamiento de su gloria y la salvación de las almas, pero en la amorosa intimidad de María».

Ejercicios Espirituales de 1941.

Mansos y humildes de corazón como Jesús…

«En la divina Eucaristía, es también este su continuo grito: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Y yo que le escucho, que lo adivino en todas las cosas, ¿no aprenderé de este divino Maestro a ser mansa y humilde como él? Si tú, Jesús mío, esculpes en mi corazón esta sentencia con letras de fuego, él no rehusará seguirte en la humillación; hazlo así, te lo pido por el corazón humildísimo de tu Madre, porque, para hacer tus delicias quiero ser: mansa y humilde de corazón».

Aprended de mí que soy mando y humilde de corazón.

La atracción de Jesús…

«Cuando él me atrajo sobre su pecho, cuando dijo a mi oído las dulces palabras de su amor, vi que había encontrado el único amor que podía saciarme, el único que podía hacerme feliz».

Viva Cristo Rey.

Contemplación del Niño Dios…

«Este Hijo de Dios que con su mano sostiene el universo, se ve ahora con sus manecitas sujetas; es la ternura de la Madre quien lo ha envuelto así. Él, que cuida hasta de las avecillas del campo a quienes no falta ni alimento ni vestido, tiene hoy necesidad de los pechos purísimos de su Madre para sustentarse, todo cuanto existe se rige a un simple acto de su voluntad, y hoy este divino Niño, acullá, acullá, tan solo sabe decir.Tiene hambre, tiene frío y no sabe expresarlo; es la penetración de su Madre quien lo adivina. A ella está sujeto momento por momento».

Aprended de mí que soy mando y humilde de corazón.

La negación de Pedro…

«In illo témpore, allá en las riberas del mar de Tiberiades, resonó, por vez primera, majestuosa, dulce, plena de unción, saliendo de los labios del divino Maestro, la palabra que rehabilitaría el discípulo perjuro, al confesar, en una triple protesta de amor, sus tres negaciones, que no dejará de llorar amargamente todos los días de su vida».

Hija, ¿Me amas? Apacienta mis corderos.

El amor de Jesús a la humanidad…

«El Dios Hombre, en quien se realizaron una a una, todas las profecías preanunciadas con tantos siglos de anticipación; reuniéndose allí… el amor todo de Jesús a los hombres».

Lo que me dice el cuadro de la Anunciación.

Aspirar a los bienes del cielo…

«De Belén al Calvario, toda la vida de mi Jesús está empapada de desasimiento de desprecio por todos los bienes de la tierra».

Ejercicios Espirituales de 1943.