«Ser almas de gran fe ante tanto mal en el mundo… ¿qué sucederá si no fomentamos esta fe grande, muy grande; plena esperanza que nos lleve al amor para poder sufrir, soportar todo lo que Él nos tenga preparado; tengamos el corazón preparado para ser mártires, ya que Él sabe siempre lo que permitirá en cada uno, y a la vez sabemos que nos dará la fuerza y la gracia que necesitamos, sobre todo en circunstancias penosas».
Carta colectiva de junio de 1978 desde Roma.