«Que seamos ambiciosos por la salvación de las almas y para eso debemos aprovechar grandes y pequeñas acciones, vencimientos, los pequeños sacrificios de cada día desde el acto de levantarse, hasta el acto de acostarse, sin diferir un momento al entrar a la celda, cuando ya ha sonado la hora».
Carta a un de sus hijas religiosas el 11 de febrero de 1953.