«¡Es urgente que Cristo reine! Sí, es urgente, muy urgente y esta urgencia no deberá darnos tregua en el anuncio de la buena nueva».
Carta colectiva de marzo de 1978.
«¡Es urgente que Cristo reine! Sí, es urgente, muy urgente y esta urgencia no deberá darnos tregua en el anuncio de la buena nueva».
Carta colectiva de marzo de 1978.
«Toda obra de Dios cuesta sacrificio, no nos imaginemos que es poesía lo que simplemente es prosa… pero si sabemos rimar esa prosa con la armonía dulcísima de nuestro amor a Dios, de nuestro anhelo de salvar almas para el cielo, encontraremos una satisfacción tan honda y tan pura, y tan desinteresada, que hará la alegría perenne de nuestra vida en el tiempo y en la eternidad».
Carta a una religiosa del 8 de marzo de 1962.
«Como nunca, comprendí desde el barco mi extrema indignidad y, bajo este convencimiento, hice mi oración, pero, así como al hijo pródigo su miseria lo llevó a buscar los brazos de su padre, así también me arroje a los brazos de Dios, esperando de su misericordia todo lo que nos falta, para llenar en su Iglesia santa el papel que su bondad nos ha dado».
Carta colectiva del 8 de mayo de 1953.
«La paz no se pierde nunca cuando se ama, cuando se busca a Dios en la desolación, en la inquietud. Él es el Dios de la paz. Recordemos que apenas en los días de resurrección, durante esos sus 40 días entre los suyos después de su muerte, su continuo saludo era: la paz sea con vosotros. ¡Mi paz os dejo, mi paz os doy!»
Carta colectiva desde Roma, mayo de 1974.
««PACIENCIA INALTERABLE». Quien posee esta virtud es realmente grande, da muestras de ser una alma bien templada, que no se deja agitar por los vientos contrarios. Particularizaré los casos más frecuentes que puedan ofrecérseme y en los cuales me pueda ejercitar para agradar a mi Jesús».
Ejercicios Espirituales de 1933.
«No importa; ¡Adelante, siempre adelante, hasta morir o hasta triunfar!, Sin olvidar que el que lucha y se esfuerza, ya está triunfando, aunque no vea el éxito y que el Buen Jesús que desde el cielo, desde el Sagrario y desde el fondo de su corazón continúa sus esfuerzos y sus luchas; sus sacrificios y sus vencimientos; sus privaciones y sus inmolaciones; sus quereres y sus anhelos, contento, muy contento, se está glorificando y la Santísima Trinidad, y su Madre santísima están contentos y los guían, los ayudan y los sostienen, aunque a las veces parezca que luchan solos y que no se logra ni un ápice de bien».
Consejos.
«Se encuentra una multitud de personas en un sitio de repente, completamente a obscuras, en donde no se puede ver ni la palma de la mano… pero alguien dice: enciendan todos un cerillo… (qué es un cerillo, qué la poquísima luz que pueda dar), pero se encienden cientos de cerillos a la vez, y se hace una gran claridad. Éstas son, hijos, las fuerzas unidas. Las fuerzas que se unen en la oración, en el trabajo, en el estudio, en la comprensión».
Carta colectiva desde Roma, el 3 de diciembre de 1971.