«Dios Nuestro Señor, en la economía de las almas, quiere que unos a otros nos sirvamos para ir a Él. Y aunque Él pudiera por sí mismo darnos todas las gracias que necesitamos para nuestra salvación y santificación, sin embargo prefiere que nos sean dispensadas por los mismos hombres. Él mismo quiso darnos de esto el ejemplo. Se hizo preceder por su profeta, por su precursor, para que le preparaste el camino, y después se hizo ayudar principalmente de doce discípulos de los más rudos que encontró, aparte de los otros 72 que igualmente les seguían a todas partes y escucharon sus doctrinas».
Sobre los Santos Evangelios.
«Cuán grande es mi deseo de amarte y servirte, como lo han hecho los santos”
«Hay que vivir en un ambiente de «abnegación», saber vivir alegremente para los demás, saber ser el ángel de las pequeñas tensiones, de los pequeños sacrificios”.
«Dios nuestro Señor haga que se encuentren todos bien y tratando de servir cada día con más amor a quien los eligió y conquistó para sí».
«Aprendan desde ahora, hijos, a ser pequeñitos, muy pequeñitos por la humildad, por un deseo sincero, aunque oculto, de desaparecer a los ojos de los demás y a los propios, por un deseo de conservar en la comunidad el último lugar, y esto aun cuando llegaran en el futuro a ocupar lugares altos (si alto se puede llamar un cargo de inmensa responsabilidad, y de cuenta tremenda que se tiene que dar a Dios por las almas que él nos confía».
«¡Qué inmensa dicha: poder servir a la Iglesia sirviendo a esas pobres gentes tan necesitadas espiritual y materialmente!
«Que cada uno de ustedes encuentre en sus otros hermanos la comprensión, la atención, el cariño, la amistad sincera y pura de todo misionero, pensando en servirse mutuamente con el amor con que servirían al mismo Cristo nuestro Señor y a su Madre santísima».
«Servirle en el silencio en cuanto posible, sin ser notados. Él sí lo notará muy bien».
Un pensamiento de la Beata Madre María Inés Teresa 