«Asegúrense, ante todo, de su vida espiritual, y de su salud física y mental».
Carta sin fecha.
«Asegúrense, ante todo, de su vida espiritual, y de su salud física y mental».
Carta sin fecha.
«Sanos o enfermos, como Dios quiere le daremos mucha gloria, si sabemos aceptar con amor, tranquilidad, convirtiendo en monedas para el cielo, los sufrimientos que Dios nos manda».
Carta colectiva desde Roma, 4 de octubre de 1978.
“Mientras mis compañeros se fueron a conocer por allí, me quedé con mi Madre Santísima, y pude platicarle a gusto, me senté, cuántas cosas le dije, cuánto le pedí. Creo que no olvidé a ninguno solo. Y con empeño le pedí la salud de nuestros enfermos, sobre todo los más delicaditos… pido por todos y cuantas gracias necesitamos”.
Crónicas el viaje a Jerusalén en 1958.
«Cuando la edad va avanzando, o aun en la juventud, la enfermedad ya no nos permite trabajar con el ímpetu que lo hacíamos antes, no olvidemos, hijos, que tenemos el sacrificio, que es la palabra de Dios, que vuela hasta lejanas tierras en busca de almas que salvar, en busca de personas a quienes consolar, llevada por los ángeles».
Carta circular de mayo de 1978.
«Cuando la edad va avanzando, o aun en la juventud, la enfermedad ya no nos permite trabajar con el ímpetu que lo hacíamos antes, no olvidemos que tenemos el sacrificio, que es la palabra de Dios, que vuela hasta lejanas tierras en busca de almas que salvar, en busca de personas a quienes consolar, llevada por los ángeles. Nada se pierde de lo que se hace por amor; él busca nuestra buena voluntad, y de ella se vale para hacer milagros, aunque desconocidos para nosotros; en el cielo veremos el fruto de ellos».
Carta colectiva de mayo de 1978.
«Dios nuestro Señor nos ayude a perseverar hasta el fin, pero con el deseo creciente de darle todo lo que nos pida, en enfermedad, en salud, en trabajo, en descanso, etc. etc. Pero dando, si es posible, más de lo que podamos. Dios quiera que ninguno de nosotros dejemos de hacer cada día un esfuerzo mayor para superar nuestra espiritualidad, y aun nuestro trabajo, cualquiera que él sea; lo que importa es que la ociosidad no se apodere de nuestro ser».
Carta a un grupo de religiosas, Moravia, Costa Rica, a 26 de febrero de 1979, ff. 4433-4434.
«Me apena mucho saber de unos hijos que están enfermos, cómo quisiera tener el don de milagros para aliviarlos rápidamente. Pero Jesús sabe porque les manda la enfermedad, y saben ellas también…. cuánto los dolores purifican, santifican, obran las conversiones, llenado de alegría a nuestro Dios y Señor.»
Carta colectiva del 9 de abril de 1960, f. 3411