«Qué dichosos se sentirán aquellos corazones cuando, viendo rotas las cadenas de la esclavitud de sus pasiones, de sus vicios, de sus falsos dioses; enamorados de tu hermosura, nadando en tus misericordias, plenos de agradecimiento, ardiendo en amor por ti, digan como el salmista: «Oh Señor, siervo tuyo soy… Tú rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza e invocaré tu santo Nombre»».
LIra del Corazón, p. 170.