Alegría que emana de la unión con Dios…

«No andemos disipados entre el día, no hablemos aquí y allá sin ton ni son, que la alegría, sí, irradie en nuestros semblantes, esa alegría que dimana de la unión con Dios, del esfuerzo personal por ser mejores, de la atención a la voz de Dios, que continuamente nos habla en el interior para pedirnos: esta privación, el callar esta palabra, el hablar aquella otra, el disculpar, el no escuchar la menor palabrita contra la caridad, el ser siempre almas pacíficas, el no pensar en nosotros mismos…»

Carta colectiva del 7 de mayo de 1953.

El Señor Jesús, siempre dispuesto a escuchar…

«Con cada uno de ustedes permanece inalterable, y siempre dispuesto a escucharles Jesús Sacramentado. En él encontrarán inmensamente más de lo que piensan encontrar en esta pobre madre. Además, cuando a él le platicamos nuestras luchas, tentaciones, angustias y alegrías, con el consuelo da la gracia. Bien lo saben, la gracia sólo la puede dar Dios.»

Carta colectiva del 9 de marzo de 1973.

Una alegría inmensa…

«La pobreza es el único medio con que el alma puede, libre de sobresaltos y desasociegos, y con una alegría inmensa, ganar todo el mundo, sin miedo de perder su alma».

De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo.

El óleo de la alegría…

«Tú eres Jesús, Cristo Rey, el Rey de reyes, el rey por antonomasia; y ese óleo de alegría con que le ungió el Dios tuyo, tiene el privilegio de ser comunicativo. Todos los que están ungidos con él, los que de verdad le aman, exultan en la alegría. Ella irradia en todo su ser, y esto aunque estén cargados de tribulaciones».

Postula a me et dabo tibi gentes.

Alegría…

«La alegría es muy necesaria, es mensajera de paz; ella alimenta el espíritu… lo hace apto para recibir las luces del Espíritu Santo».

Consejos.

La verdadera alegría…

«Que esa alegría no sea bullanguera, sino esa alegría que dimana del deber cumplido y del amor a Dios y a María, que sabe comunicar su alegría a los demás».

Carta colectiva del 4 de octubre de 1978.

Una perenne alegría…

«Con la humildad vendrán todas las virtudes: la obediencia pronta y alegre (…); La afabilidad, la dulzura, esa tolerancia amable de las flaquezas del prójimo, el espíritu de oración, el celo por la salvación de las almas, y, como consecuencia natural de esto, Una perenne alegría: el gozo en el Espíritu Santo».

Estudio sobre la Regla y el Evangelio.

No perdamos la alegría…

«Nunca perderíamos la alegría si nos acostumbráramos a hacer siempre y en todo momento la adorable voluntad de nuestro Señor».

Carta del 20 de julio de 1953.

Una buena conciencia…

«En nuestra familia misionera debe haber reciedumbre, espíritu viril, pero lleno de alegría en la paz de Dios, y en la tranquilidad de una buena conciencia».

Carta circular del 4 de junio de 1965.

La Cruz…

«La cruz, debe acompañarle en toda su vida, debe ser para el misionero la compañera inseparable, la dulce compañera que, ¡oh paradoja! llenará de alegría, de dicha inexplicable, los instantes todos de su existencia».

La Santísima Trinidad Misionera.