«Al atraerme a sí Jesús, por esa su misericordia infinita, despegándome en un instante de todas las cosas del mundo, haciéndome sentir hastío inmenso por todo lo que antes me había agradado, para que sólo fijará mi corazón en él y en sus intereses; me dijo quedo, muy quedito, como susurro de Paloma: ‘¿Hija me amas?'».
Hija, ¿me amas? Apacienta mis corderos.