Así es nuestro Dios…

«¡Es tan dulce, tan bueno un Dios comprendido y amado!, comprendido sí, en su eterno misterio; en el eterno misterio de su amor por el hombre».

Estudios y meditaciones, folio 661.

El valor de los sacrificios…

«Nuestro misericordiosísimo Dios y salvador, satisfecho con los pequeños sacrificios que tanto las de Puebla como las de Cuernavaca hemos tenido que ofrecer en los tiempos aciagos por los que hemos atravesado, que son los que atraviesa toda obra de Dios, y viendo que la mies ondea y se cae de la espiga por falta de segadores, ha recordado que sus hijas, las Clarisas Misioneras Sacramentarias, fundidas todas en un solo corazón y una sola alma, tienen el ideal grandísimo de trabajar con Él, en las mies del Padre de Familias».

Carta a sus hijas religiosas de Puebla el 3 de julio de 1950.

La necesidad de la oración…

«Pido ahora para siempre, en nombre de Dios y de nuestra querida Morenita, una limosna diaria, aunque sea de un Ave María en comunidad, por la prosperidad, más que material, espiritual, de la Obra Misional».

Carta a la madre María de la Inmaculada el 21 de agosto de 1945.

Anhelos misioneros de llegar a todos…

«He pensado además, que quizá quiera Nuestro Señor, ya que yo soy tepiqueña, que la primera casa misional que se funde sea con los Coras, habiendo, como hay ahora misioneras en la sierra, bajo cuyo cuidado podríamos estar sin temor. Así las religiosas se encargarían de las niñas, de visitar los hogares, de recetar y curar los enfermos; siendo, me parece una poderosa ayuda para los ministros del Señor».

A Mons. A. Hurtado, Ob. De Tepic. 6 de junio, 1944.

EL Santísimo Sacramento…

«¡Qué hermoso tener al Santísimo expuesto —un medio muy eficaz para alcanzar conversiones— y qué hermosísimo rezar, en los mismos países de infieles el Oficio Divino en coro, la oración por excelencia de la Iglesia, la Obra de Dios, como la llama san Benito —Un medio, también eficacísimo para que las almas se conviertan— y la oración de la mañana y de la noche, fuentes todas para que nuestro apostolado sea fecundo».

Carta sin fecha.

El apostolado de la sonrisa…

«Sonreír siempre. La sonrisa puede hacer realmente un grande apostolado, es la predicación del sacrificio oculto».

Carta colectiva del 9 de mayo de 1964.

Oración y sacrificio…

«Alguien me dice: ‘He hecho el propósito de trabajar sin descanso a fin de calmar la sed de Jesús, esa sed que devora su divino corazón y quiero convertirme en los pies de Jesús y caminar, caminar para llevar a todas las naciones el reino de Dios’. Sí, magnífico, pero sin olvidar que ante todo, este Reino de Dios se extiende por la oración y el sacrificio».

Carta colectiva del 23 de septiembre de 1963.

Nuestro deber como misioneros…

«Si todos los cristianos debemos ser misioneros por las oraciones y el sacrificio, de manera especial las almas que hemos escuchado este llamado del Buen Pastor, para apacentar a sus ovejas, para llevarlas a pastos fértiles, escuchando la voz de todo un Dios omnipotente que nos pide a nosotras miserables, el que le ayudemos en tan hermoso afán: Conquistar almas para el cielo..con nuestra acción misericordiosa, con nuestra palabra evangélica, con nuestra enseñanza catequística. Es un sagrado deber que nosotros mismos hemos escogido».

Carta colectiva de abril de 1978.

Ayudarle a Jesús…

«Hay que ayudarle a que continúe siempre en nosotras la realización de su obra maestra, nuestra santificación personal, y que pueda utilizarnos aptamente ..en la salvación de las almas… que el amor de sus amores, su anhelo: salvar almas, su pasión, sacrificarse por él, bajo la escuela de la Divina Señora, la Madre de Jesús».

Carta colectiva del 27 de julio de 1955.

El testimonio de las mujeres consagradas…

«El mundo hoy y siempre tiene necesidad de ver en las religiosas mujeres que, creyendo en la Palabra del Señor, en su Resurrección y en la vida eterna, entreguen su vida terrena para dar testimonio de la realidad de este amor que se ofrece a todos los hombres.»

Carta del 24 de diciembre de 1977.