El alma de fe, la naturaleza y el amor de Dios…

«El alma de fe ve palpitar, por así decir a ese Dios que es amor, en la flor que se abre, en el pajarillo que canta, en la luz que irradia, en las frondas de los bosques, en el césped de los campos, en la hoja que se mueve, en el viento que silba, en el mar que ruge, en el trueno, en la tempestad, en las elevadas montañas y en las verdes prade­ras… todo, todo le habla a gritos del amor de Dios, de su bondad, de su ternura por el hombre».

Experiencias Espirituales, f. 463.