Un trono de amor…

«Dios mío, dame en herencia a las naciones; todas, absolutamente todas, las quiero para mi Jesús Eucaristía. Y como él no puede estar sin su Madre santísima, establecerán su trono de amor, los dos, pero la Reina, vestida de Guadalupana».

Postula me et dabo tibi gentes.

Las rosas de la Virgen…

«Rosas en la Porciúncula, rosas en el Tepeyac, conquista de almas allá por el jubileo, conquista de almas acá al solo contemplar esa celestial Señora, esa dulcísima Madre, que entre sus dos manecitas parece acariciara a su xocoyotl».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

La Porciúncula y el Tepeyac…

«En la Porciúncula, el milagro de las rosas atrajo el privilegio del Jubileo llamado de ‘Porciúncula‘ tan conocido de todos los fieles; y en el Tepeyac las rosas benditas al contacto de la mano purísima de María, pintaron en el sayal de Juan Diego la imagen de la Reina de los cielos».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

El amor de santa María de Guadalupe…

«El remate y coronamiento de ese amor —mariano guadalupano— fue el dejarnos pintado con su mano virginal, ese delicioso y hechizador retrato suyo, que tanto cautiva y embelesa a sus hijos los mimados».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

Las apariciones de la Guadalupana…

«Hasta la fecha de las gloriosas apariciones, la conversión de los indios había sido muy lenta, pero a partir de ese día las conversiones se registraban a millares; es que la Reina del cielo, la Inmaculada que quería asentar sus reales en la colina del Tepeyac, para ser desde allí nuestra Reina, nuestra Madre, nuestro consuelo, nuestra guía, al tomar posesión oficial, por así decir, de nuestra tierra, se había adueñado también de nuestros corazones, injertando en ellos, con el amor a Dios, el deseo de la virtud».

En homenaje de filial amor.

Un amor entrañable a María…

«‘Madre, no merezco que me llames tu hija, pero recíbeme al menos por una de tus esclavas’… dejando que la amable Madre le diese aquel dulce beso que un día diera su padre al hijo pródigo, y escuchando de sus maternales labios aquel: ‘Hija mía, a quien amo tiernamente como a pequeñita y delicada’… que deshacía su corazón y lo enamoraba de María hasta el delirio».

En homenaje de filial amor y eterno agradecimiento a la Virgen Morena del Tepeyac.

Las delicadezas de santa María de Guadalupe…

«Sí, el invierno de la idolatría pasó ya para este pueblo, el amor de tu corazón lo calentará. Ve, ofrece a ese hijo pequeñito, que será tu consentido, tu mimado, el nido de tus brazos, el calor de tu corazón, el arrullo de tu voz, las ternuras de tu alma, las delicadezas de tu amor».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

María de Guadalupe se identifica con su pueblo…

«La Madre de Dios, por un exceso de bondad, se quiso identificar tanto a nuestra raza, que no sólo toma de las Indias nobles el vistoso traje, sino también el color de su rostro y su cabello lacio y negro, une sus dos manecitas, ‘como dos tortolillas que se besan’, inclina hacia el suelo sus dulces ojos en los que se lee su ternura, como mirando radiosa al hijo que acaba de recibir, y manda al indio elegido lleve a sus obispos, con su mensaje, las rosas que ocultan la celestial imagen».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

Cuando apareció la Virgen de Guadalupe…

«Pocos años hacia que se empezaba a difundir por esta tierra la luz del Evangelio; los operarios del Señor trabajaban incansablemente en su viña, per los frutos eran muy pocos, no correspondían a sus fatigas y anhelos, ¿qué hacer? En sus oraciones fervientes invocan a María, en sus ansias por la salvación de las almas, le confían esta nueva grey».

Aparecieron flores en nuestra tierra.

La Guadalupana…

«Venía a visitar a un pueblo idólatra que había vivido sumido en la barbarie, a un pueblo feroz, valiente, dispuesto a soportar, sin quejarse siquiera, los más atroces tormentos en aras de sus inhumanas costumbres, de sus falsas divinidades, pero que, a pesar de todo esto, tenía un corazón sensible en extremo, amante de lo bello, un corazón que podría contener los raudales de ternura y amor desbordados del corazón de la más amante de las madres».

Aparecieron flores en nuestra tierra.