«¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!»
Lira del Corazón.
«¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!»
Lira del Corazón.
«Acuérdate siempre de nuestra santa madre, cómo sabía adunar todas las cosas, tranquilizar todos los temperamentos, alentar a todos, hacer el bien a cuantos se acercaban a ella, y ante todo: hacer la felicidad de los suyos».
Carta a una de sus hermanas el 31 de mayo de 1952.
«¡Qué misión tan hermosa es la de la madre! Es ella quien modela esos corazoncitos que Dios le ha confiado y, conforme a sus primeras enseñanzas, a los sentimientos que les haya inculcado, serán más tarde santos, hombres rectos, útiles a la sociedad y a la Iglesia. Por eso debe constantemente estudiar sus inclinaciones para fomentarles las buenas y combatir las malas.»
Consejos.
«¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!»
Lira del Corazón.
«Por largas que sean sus cartas, las leo con verdadero deseo y si son alegrías, glorifico a Dios, y si son penas, también, pidiéndole el remedio de ellas y haciéndolas muy mías, ya que nada pueden tener los hijos sin que sea de la madre».
Carta a unas de sus hijas Misioneras Clarisas en octubre 1 de 1954.
«¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!
Lira del Corazón.
“¡Cuánto sufre una madre de familia! Muchas veces su vida es un calvario, pero para culminar en una gloriosa resurrección!»
Cartas.
«Tendré que atender a cada uno de quienes desean hablarme, ver sus necesidades espirituales y materiales, así como todo aquello que concierne a la casa en sí; pero esto no impedirá que yo siga rogando por todos y cada uno, en cualquier parte del mundo en donde la divina Providencia les ha colocado».
Carta colectiva desde Roma el 5 de enero de 1979.
«¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!»
Lira del Corazón, 2ª parte, cap.IV.
«Ah Jesús, siempre he sentido entrañas maternales… para salvarte muchas almas, ya que tienes la dignación de hacernos cooperadores tuyos en la grande obra de la Redención»
Ejercicios Espirituales de 1933.