«Muy tempranito, como de costumbre, me levanté, me bañé, me arreglé y me fui a la cubierta del barco a hacer mi oración matutina contemplando el mar, y en el horizonte se va elevando, pero no ha sido posible contemplar el sol. Todos los días ha estado en cuanto al sol, abriéndose paso entre las nubes por donde asoma su rubia faz, proyectando en las aguas del océano una estela de luz que asemeja una gran cinta plateada. Se vuelve a ocultar tras las nubes y más allá, hacia el horizonte, se proyectan sus rayos luminosos semejando multitud de lámparas ardientes. Hice intención de oír mi misa poniéndome en espíritu en todas las iglesias de la tierra en donde en esos momentos se estuviere celebrando».
Carta desde el barco en uno de sus viajes misioneros.