«En su noble frente, espejo de la divinidad, asiento de la sabiduría, brillan, con singulares resplandores destellos de cielo; se reflejan los sentimientos de su Corazón traspasado de dolor, ansioso por comunicar a los suyos su propia paz; por eso les dice: no se turbe vuestro corazón; creer en Dios, creed también en mí».
Ejercicios Espirituales de 1950.